La doctora Chelli Lona Aphra, una ladina arqueóloga, vuelve a tener problemas. Aphra, que es una pionera en el campo de la xenoarqueología criminal, no se doblega ante la ley, no tiene miedo y carece por completo de control alguno en cuanto a sus impulsos. Para ella, el auténtico valor de las reliquias galácticas que descubre no se aprovecha en un museo, sino en un arsenal. Esta perspectiva le ha llevado a tener muchos malentendidos.
Después de que su último plan saliera estrepitosamente mal, los métodos picarescos de Aphra están a punto de dar sus frutos cuando, de pronto, Darth Vader, el terror de la galaxia, aparece con su sable láser encendido y? ¿le salva la vida?
No le malinterpretéis, no es que no esté agradecida. Sí, su nuevo jefe es un lord Sith, y sí, puede que acabe de convertirse en un mero peón en un juego mortífero en el que mueven ficha tanto él como su jefe, que resulta que es el Emperador de la Galaxia. Y sí, la esperanza de vida de cualquiera que falle a Vader se reduce drásticamente.
Pero al menos está de vuelta para hacer lo que se le da mejor. Tiene una nave que pilotar, un golpe que perpetrar y dos colegas metálicos muy poco ortodoxos pero efectivos: Triple-Cero, un droide de protocolo especializado en etiqueta, vestimenta, traducción y tortura y a BT-1, un blastomecánico cargado con suficiente potencia de fuego como para derribar a un crucero de guerra. Juntos quizá encuentren el modo de cumplir con el encargo y evitar el fatal desenlace que les espera. Es broma. Está condenada.
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